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De igual manera que los otros estilos de vida, el estilo de vida físico está influido por los contextos en los que se ve inmerso el individuo. En este sentido, la escuela se presenta como un medio relacionado con su desarrollo, abarcando entonces al contexto educativo. Al respecto, Mateos-Blanco (2008) señala que el contexto educativo, desde una perspectiva sociopolítica, abarca las características de la institución social creada específicamente para impartir conocimientos, desarrollar habilidades y promover valores, que cuenta con un espacio físico definido, con una organización temporal específica y un conjunto de reglas y comportamientos que lo regulan. A partir de lo anterior, el análisis de las implicaciones de los conceptos en la perspectiva del contexto educativo permitirá identificar la relevancia y la relación de los conceptos con los objetivos de la presente estrategia pedagógica, lo que orientará la perspectiva teórica al panorama educativo de los niños y adolescentes pertenecientes a la Asociación de Colegios Jesuitas de Colombia (ACODESI).
La importancia de los conceptos abordados radica en su relevancia para comprender esta estrategia pedagógica y mejorar la calidad de vida de las personas. Se desarrollarán aspectos fundamentales como la definición, el contexto educativo del concepto y su implementación en esta estrategia pedagógica. Los conceptos incluidos en este apartado son los siguientes: «estilo de vida», «estilo de vida físico», «práctica corporal», «nutrición», «conducta preventiva» y «calidad de sueño».
Flores & Ortega (2019) abarcan «el estilo de vida entendido como el conjunto de los comportamientos, actitudes, tendencias, valores y formas vitales que caracterizan el modo de vida de las personas» (p. 2). A partir de lo anterior, el concepto «estilo de vida» abarca un amplio espectro de comportamientos y actitudes que definen cómo las personas viven y se desarrollan en su entorno. En este sentido, « los estilos de vida están asociados a las situaciones específicas en las que las personas desarrollan y concretan sus actividades diarias» (Posada-Bernal, Castaneda-Cantillo & De Souza, 2021, p. 198).
Estos comportamientos y situaciones inciden en el estilo de vida de las personas, al estar en constante integración e interacción con el entorno actual a través de diferentes cambios a nivel mundial que conllevan transformaciones en la vida cotidiana. Según Posada-Bernal, Castaneda-Cantillo y De Souza (2021) «esta tendencia está relacionada con una problemática universal derivada de la globalización y de los cambios que el mundo atraviesa a nivel económico, social, cultural, político y tecnológico». (p. 198).
En el ámbito educativo, el concepto de estilo de vida está ligado al ciclo vital de los individuos. Según Posada-Bernal, Castaneda-Cantillo y De Souza (2021) «como parte de este marco, se considera que el estilo de vida está conectado con el ciclo vital, ya que cada etapa del desarrollo humano presenta modificaciones de comportamientos asociados a los cambios fisiológicos, cognitivos, emocionales y sociales» (p. 200).
De este modo, los hábitos y prácticas adquiridos en la niñez y la adolescencia pueden influir en la salud y el bienestar a largo plazo. En el ámbito educativo se promueven elementos que desarrollarán el estilo de vida de los individuos, teniendo en cuenta que la educación no solo abarca el conocimiento académico, sino también la formación de hábitos que favorezcan una vida equilibrada y satisfactoria.
Finalmente, la postura de esta estrategia pedagógica se centra en el estilo de vida «paulatino» (niños y adolescentes de 7 a 17 años), que, según Posada, Castaneda y De Souza (2021), busca incorporar las experiencias y vivencias que poseen los niños y adolescentes, con los hábitos que reciben de su entorno. Esta incorporación se utiliza con el fin de construir una identidad en la que probablemente el individuo presente cambios en su autoconcepto, en su estado de ánimo y en los comportamientos sedentarios. En este sentido, consideramos que el estilo de vida paulatino relaciona a la población inmersa en la estrategia pedagógica con los estilos de vida que se presentan en un contexto educativo, generando así características únicas que nos permitan abordar las necesidades que estos presentan.
El concepto de «estilo de vida físico» emerge como un estilo de vida específico. De Souza Martins y Figueroa Ángel (2020) relacionan este concepto con las actividades diarias que reflejan las actitudes y los valores de los individuos y que están estrechamente vinculadas con el desarrollo físico, la motricidad y la calidad de vida. Estas actividades abarcan una variedad de prácticas que se realizan a diario, como hacer ejercicio físico, participar en deportes o integrar la conciencia de la corporalidad en la vida cotidiana, donde estos elementos se relacionan con el espectro físico del individuo.
Según Zambrano y Rivera (2020), el «estilo de vida físico» también se define como las acciones individuales y colectivas que impulsan el desarrollo de una calidad de vida mediante creencias, conocimientos y hábitos que fomenten la salud y el bienestar físico. En concordancia con lo anterior, estas características permiten mantener un estilo de vida activo con el fin de preservar la salud y el bienestar del individuo.
El «estilo de vida físico» se integra en otros contextos, como por ejemplo el educativo, pues, de esta forma, De Greeff, et al. (2018) mencionan que existe una relación entre la actividad físicay los procesos cognitivos, concretamente en la atención y en las funciones ejecutivas, que influye en el proceso de aprendizaje y el rendimiento académico. Por lo anterior, al innovar en los procesos de aprendizaje mediante estrategias pedagógicas que promuevan la formación integral del ser humano, se hace explícito el papel del estilo de vida físico para fomentar los estilos de vida saludables en el entorno educativo.
El «estilo de vida físico», según esta estrategia pedagógica, se entiende como una acción diaria que, en cada individuo, expresa comportamientos que permiten establecer una calidad de vida mediante un desarrollo motor activo, una ingesta adecuada de nutrientes, factores de prevención de la salud y un óptimo descanso nocturno. De esta forma, este estilo de vida engloba cuatro categorías: «práctica corporal», «nutrición», «conducta preventiva» y «calidad de sueño», que permiten que esta estrategia pedagógica presente una comprensión más precisa de este concepto, teniendo en cuenta la población inmersa en un contexto escolar.
Según Villalobos et al. (2024), «las prácticas corporales comprenden un conjunto de actividades motrices que involucran ciertos movimientos y ejercicios específicos realizados con el cuerpo» (p. 75). A partir de este concepto, se desprenden múltiples aspectos, como el desarrollo físico y la coordinación motora. Adicionalmente, estas prácticas involucran el movimiento como aspecto principal en la manifestación corporal de los niños y adolescentes.
De acuerdo con esto, «es posible afirmar que las prácticas corporales motrices, a través de los juegos y deportes, propician el desarrollo Estilo de vida Físico en el contexto educativo psicomotriz de las personas, incluyendo aspectos físicos, cognitivos y emocionales» (Villalobos et al., 2024, p. 77). (Villalobos et al., 2014, p. 77). Por lo tanto, el juego y el deporte permiten una mediación entre estas actividades y los aspectos emocionales y cognitivos, y desarrollan factores biopsicosociales en el individuo.
Villalobos et al. (2024) menciona que «en este orden de ideas, es posible afirmar que estas prácticas corporales propician el desarrollo humano que integra los aspectos físico, cognoscitivo y psicosocial del niño en el contexto de la interacción sociocultural en la que se encuentra inmerso» (p. 76). En este sentido, en el ámbito educativo, la práctica corporal, mediante la incorporación de actividades físicas en el currículo escolar, fomenta la mejora de la condición física de los estudiantes, la capacidad cognitiva y las habilidades sociales.
Siguiendo con estas características, el cuerpo es el medio que desarrolla esta práctica corporal en el contexto educativo. De esta forma, Da Silva et al. (2022) mencionan que «el cuerpo es entendido como un elemento social, formado a partir de las conexiones entre las experiencias individuales y colectivas de un tiempo y un espacio singular, en el que se configuran los diálogos para la construcción de la cultura y, en consecuencia, del mundo humano» (p. 1).
Estos aspectos mencionados anteriormente se ven reflejados en el aula escolar por medio de las interacciones sociales que proporciona el entorno para la construcción de una cultura que permita experiencias individuales en espacios que promuevan la educación.
Por último, en esta estrategia pedagógica, la práctica corporal se entiende como un conjunto de movimientos ejecutados por el cuerpo que favorecen las actividades motrices y propician la interacción cultural y social de los niños y adolescentes. En el marco de esta estrategia pedagógica, este concepto tiene como objetivo desarrollar actividades motrices en esta población, lo que permite el reconocimiento del cuerpo al relacionar las edades y las etapas de desarrollo específicas en las que este se encuentra. Además, se hace explícito el papel de la práctica corporal en el contexto educativo, lo que facilita una integración sociocultural a través de las interacciones en el aula.
El concepto de «nutrición» se relaciona con el cuerpo y el consumo. Rubí (2024) la define como «la nutrición se concibe como una ciencia interdisciplinaria que se centra en el estudio de los alimentos, los nutrientes y otros componentes de los mismos, así como de la salud» (p. 6). (p. 6). A partir de lo anterior, la nutrición es un factor determinante en la manera en que nuestro cuerpo utiliza los alimentos que consumimos, y se centra en las características de la ingesta de alimentos y en cómo los nutrientes son procesados y utilizados por el cuerpo para mantener su funcionamiento óptimo.
Siguiendo esta línea, De Tejada et al. (2013) afirma que la nutrición puede considerarse un estado de bienestar subjetivo e integral que se logra mediante un aporte suficiente de nutrientes biológicos, afectivos, sociales, económicos y culturales, que son expresiones de los procesos socioeconómicos, socioafectivos y culturales del entorno en el que se habita. Teniendo en cuenta esto, se hace explícito el papel de la nutrición en etapas tempranas, ya que se relaciona con el crecimiento y el desarrollo de los individuos, con el fin de conservar y mantener las funciones vitales del organismo.
En el ámbito educativo, la nutrición se relaciona con el rendimiento académico y el desarrollo integral de los estudiantes. Según Rubí (2024) «en cuanto al desempeño académico y laboral, se sabe que una buena alimentación puede mejorar el rendimiento cognitivo y la concentración, lo que influye positivamente en el desempeño académico y laboral. Los niños y adultos bien alimentados tienen mejor capacidad de aprendizaje, memoria y capacidad de toma de decisiones» (p. 7).
Por lo anterior, una alimentación adecuada no solo impacta la salud física, sino que también tiene efectos significativos en los procesos escolares. Esto implica que en el ecosistema escolar, se reflexione sobre los hábitos alimenticios de los estudiantes, debido a la relación entre el desempeño académico y la nutrición. Desde aquí, un entorno escolar con miras hacia la nutrición fomentará el potencial académico de los estudiantes.
«Es precisamente en este punto donde cobra relevancia explorar el abordaje de esta temática en el contexto escolar, ya sea desde la implementación de cursos académicos o desde iniciativas extracurriculares» (González, Greca & González, 2020, p. 513). De esta manera, no solo se tiene en cuenta la importancia de potenciar el rendimiento académico de los estudiantes, sino que también se implementan diferentes estrategias desde el ámbito curricular y extracurricular para abordar este concepto de una forma más amplia en los niños y adolescentes.
En el marco de esta estrategia pedagógica y teniendo en cuenta la población a la que va dirigida (niños y adolescentes de 7 a 17 años), encontramos que el concepto «Nutrición» está orientado principalmente a la ingesta de nutrientes para el mantenimiento del organismo. En este sentido, el enfoque de este concepto según esta estrategia pedagógica es promover un estilo de vida saludable, desde la prevención de enfermedades relacionadas con la dieta, teniendo en cuenta la calidad de los alimentos y la ingesta de nutrientes que consumen dentro y fuera del entorno escolar, para el funcionamiento óptimo del cuerpo.
La «conducta preventiva» es un concepto transversal que impregna todas las acciones. Según Corona y Peralta (2011), estas conductas se definen como acciones voluntarias o involuntarias que pueden tener un impacto protector sobre la salud desde el ámbito biopsicosocial. Se centra en un comportamiento humano que conlleva protección ante una situación de peligro. Este concepto hace hincapié en que adoptar comportamientos específicos está relacionado con la prevención de situaciones de riesgo. Desde la revisión de los aspectos biológicos, psicológicos y sociales, se desarrollan e implementan conductas de defensa que repercuten en la salud y el bienestar general.
Adicionalmente, Nahas (2013) sugiere que la nutrición, el estrés, la actividad física, el comportamiento preventivo y las relaciones sociales son elementos que inciden en la salud, al tiempo que están vinculados con las enfermedades crónicas no transmisibles. De esta forma, el autor propone que la conducta preventiva es transversal a varias categorías del estilo de vida físico, todas ellas enfocadas en prevenir diferentes enfermedades y consecuencias en los niños y adolescentes.
En continuidad con lo anterior, un grupo etario como el de los adolescentes cuenta con características particulares que requieren reflexión. Según Morales y Solís (2023) «todos los sectores de la población están involucrados en esta realidad, pero son los adolescentes los más sensibles, ya sea por su necesidad de conocer y experimentar experiencias novedosas o por las consecuencias que los marcarán de por vida, ya que se encuentran en pleno desarrollo» (p. 3).
Por lo anterior, en esta etapa de la vida, los adolescentes que posiblemente serán estudiantes son particularmente vulnerables a la influencia de su entorno y a la curiosidad por experimentar nuevas situaciones. Por lo tanto, espacios e instancias, como la educación, sugieren guiar a los adolescentes en la toma de decisiones informadas que puedan relacionarse con la conducta preventiva que adopten. Por lo tanto, la implementación de programas educativos que fomenten la conducta preventiva no solo protege a los jóvenes de riesgos inmediatos, sino que también contribuye a su bienestar a largo plazo.
Como mencionan Morales y Díaz (2022), la adolescencia, por su naturaleza, conlleva experimentar situaciones de estrés. Este estrés, a su vez, puede estar relacionado con el consumo de sustancias psicoactivas y alteraciones en diversas funciones (Morales & Solis, 2023), así como con comportamientos sedentarios (Santaliestra-Pasías, Rey-López, & Moreno, 2013) y tiempo frente a pantallas, lo cual se asocia con la salud física (Sanders, Parker, & Del Pozo-Cruz, 2019). En este sentido, el autocuidado, relacionado con la salud (Dos Santos et al., 2023), reduce los efectos del estrés.
En este sentido, la educación de los adolescentes puede representar un contexto de promoción del autocuidado y la conciencia sobre los riesgos asociados con el estrés, y puede sugerir estrategias y conductas preventivas en respuesta a las múltiples exigencias de los entornos y contextos en los que se ven inmersos.
En relación con esta estrategia pedagógica, la «conducta preventiva» se basa en las acciones voluntarias e involuntarias que buscan prevenir situaciones de riesgo que puedan atentar contra la salud de los niños y adolescentes (de 7 a 17 años). De esta forma, este concepto se relaciona con el ámbito biopsicosocial, que influye en el desarrollo y bienestar de un individuo dentro de un contexto educativo. En esta estrategia pedagógica se tienen en cuenta algunos factores de riesgo como, por ejemplo, el tiempo en pantallas, el consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas, que se presentan en mayor cantidad a medida que aumenta la edad de los individuos y, en consecuencia, afectan a la salud.
La «calidad del sueño» está asociada al comportamiento de las horas de sueño de los individuos. Según Masalán, Sequeida y Ortiz (2013): «La calidad del sueño no solo implica conciliar y mantener un determinado número de horas de sueño durante la noche, sino que también facilita la manifestación de comportamientos diurnos satisfactorios y de buen rendimiento en todas las actividades que se realizan. Esto supone la producción de actividades neurovegetativas imprescindibles para la reparación y el mantenimiento del organismo (p. 555).
Así, la «calidad del sueño» es un concepto multidimensional que no solo se relaciona con la cantidad, sino también con su impacto en el bienestar general y en los procesos fisiológicos del cuerpo. Por tanto, la calidad del sueño se debe a la relación entre aspectos como el tiempo propuesto, la estructura y la continuidad del ámbito del sueño completo, acompañado de procesos como la reparación y el mantenimiento.
Algunas características de la «calidad del sueño» incluyen la cantidad de horas totales, el tiempo desde que se apaga la luz hasta la primera fase del sueño, los momentos de interrupción, el tiempo total de alternancia y la eficiencia del sueño (Krystal & Edinger, 2008). Estas características permiten identificar que la calidad del sueño no es un concepto sencillo, ya que implica numerosos factores internos y externos que dependen del entorno en el que se encuentre el individuo, con el fin de promover un buen descanso nocturno.
La «calidad del sueño», por otro lado, también es un aspecto relacionado con el rendimiento escolar. Según Krystal & Edinger (2008), las repercusiones del sueño en la vida cotidiana de un estudiante están vinculadas a su desarrollo psicológico y cognitivo. En el entorno educativo, un sueño de buena calidad se relaciona con el rendimiento académico, por ejemplo, en aspectos como la atención y la retención de información. Por lo anterior, se sugiere una relación entre hábitos de sueño saludables y desarrollo óptimo en los estudiantes.
En esta línea de sueño y contexto educativo, Masalán, Sequeida y Ortiz (2013) señalan que «la falta de sueño nocturno tiene otras consecuencias negativas a largo plazo, ya que puede incidir en la generación de alteraciones en la memoria y la manifestación de dificultades en el razonamiento lógico» (p. 556). Por lo tanto, la falta de sueño no solo afecta al rendimiento inmediato de los estudiantes, sino que también tiene repercusiones a largo plazo que pueden comprometer su desarrollo académico.
En el marco de esta estrategia pedagógica, la «calidad del sueño» en niños y adolescentes (de 7 a 17 años) se relaciona con la cantidad de horas dedicadas al sueño nocturno, que permiten la productividad en los comportamientos diurnos y en las actividades que realizan. Además, se destaca la importancia de mantener el organismo en buen estado mediante actividades neurovegetativas. Este concepto está estrechamente relacionado con el contexto escolar en el que se encuentra inmersa esta población, al promover diferentes hábitos y comportamientos que permitan impactar en el ámbito educativo.
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De igual manera que los otros estilos de vida, el estilo de vida físico está influido por los contextos en los que se ve inmerso el individuo. En este sentido, la escuela se presenta como un medio relacionado con su desarrollo, abarcando entonces al contexto educativo. Al respecto, Mateos-Blanco (2008) señala que el contexto educativo, desde una perspectiva sociopolítica, abarca las características de la institución social creada específicamente para impartir conocimientos, desarrollar habilidades y promover valores, que cuenta con un espacio físico definido, con una organización temporal específica y un conjunto de reglas y comportamientos que lo regulan. A partir de lo anterior, el análisis de las implicaciones de los conceptos en la perspectiva del contexto educativo permitirá identificar la relevancia y la relación de los conceptos con los objetivos de la presente estrategia pedagógica, lo que orientará la perspectiva teórica al panorama educativo de los niños y adolescentes pertenecientes a la Asociación de Colegios Jesuitas de Colombia (ACODESI).
La importancia de los conceptos abordados radica en su relevancia para comprender esta estrategia pedagógica y mejorar la calidad de vida de las personas. Se desarrollarán aspectos fundamentales como la definición, el contexto educativo del concepto y su implementación en esta estrategia pedagógica. Los conceptos incluidos en este apartado son los siguientes: «estilo de vida», «estilo de vida físico», «práctica corporal», «nutrición», «conducta preventiva» y «calidad de sueño».
Flores & Ortega (2019) abarcan «el estilo de vida entendido como el conjunto de los comportamientos, actitudes, tendencias, valores y formas vitales que caracterizan el modo de vida de las personas» (p. 2). A partir de lo anterior, el concepto «estilo de vida» abarca un amplio espectro de comportamientos y actitudes que definen cómo las personas viven y se desarrollan en su entorno. En este sentido, « los estilos de vida están asociados a las situaciones específicas en las que las personas desarrollan y concretan sus actividades diarias» (Posada-Bernal, Castaneda-Cantillo & De Souza, 2021, p. 198).
Estos comportamientos y situaciones inciden en el estilo de vida de las personas, al estar en constante integración e interacción con el entorno actual a través de diferentes cambios a nivel mundial que conllevan transformaciones en la vida cotidiana. Según Posada-Bernal, Castaneda-Cantillo y De Souza (2021) «esta tendencia está relacionada con una problemática universal derivada de la globalización y de los cambios que el mundo atraviesa a nivel económico, social, cultural, político y tecnológico». (p. 198).
En el ámbito educativo, el concepto de estilo de vida está ligado al ciclo vital de los individuos. Según Posada-Bernal, Castaneda-Cantillo y De Souza (2021) «como parte de este marco, se considera que el estilo de vida está conectado con el ciclo vital, ya que cada etapa del desarrollo humano presenta modificaciones de comportamientos asociados a los cambios fisiológicos, cognitivos, emocionales y sociales» (p. 200).
De este modo, los hábitos y prácticas adquiridos en la niñez y la adolescencia pueden influir en la salud y el bienestar a largo plazo. En el ámbito educativo se promueven elementos que desarrollarán el estilo de vida de los individuos, teniendo en cuenta que la educación no solo abarca el conocimiento académico, sino también la formación de hábitos que favorezcan una vida equilibrada y satisfactoria.
Finalmente, la postura de esta estrategia pedagógica se centra en el estilo de vida «paulatino» (niños y adolescentes de 7 a 17 años), que, según Posada, Castaneda y De Souza (2021), busca incorporar las experiencias y vivencias que poseen los niños y adolescentes, con los hábitos que reciben de su entorno. Esta incorporación se utiliza con el fin de construir una identidad en la que probablemente el individuo presente cambios en su autoconcepto, en su estado de ánimo y en los comportamientos sedentarios. En este sentido, consideramos que el estilo de vida paulatino relaciona a la población inmersa en la estrategia pedagógica con los estilos de vida que se presentan en un contexto educativo, generando así características únicas que nos permitan abordar las necesidades que estos presentan.
El concepto de «estilo de vida físico» emerge como un estilo de vida específico. De Souza Martins y Figueroa Ángel (2020) relacionan este concepto con las actividades diarias que reflejan las actitudes y los valores de los individuos y que están estrechamente vinculadas con el desarrollo físico, la motricidad y la calidad de vida. Estas actividades abarcan una variedad de prácticas que se realizan a diario, como hacer ejercicio físico, participar en deportes o integrar la conciencia de la corporalidad en la vida cotidiana, donde estos elementos se relacionan con el espectro físico del individuo.
Según Zambrano y Rivera (2020), el «estilo de vida físico» también se define como las acciones individuales y colectivas que impulsan el desarrollo de una calidad de vida mediante creencias, conocimientos y hábitos que fomenten la salud y el bienestar físico. En concordancia con lo anterior, estas características permiten mantener un estilo de vida activo con el fin de preservar la salud y el bienestar del individuo.
El «estilo de vida físico» se integra en otros contextos, como por ejemplo el educativo, pues, de esta forma, De Greeff, et al. (2018) mencionan que existe una relación entre la actividad físicay los procesos cognitivos, concretamente en la atención y en las funciones ejecutivas, que influye en el proceso de aprendizaje y el rendimiento académico. Por lo anterior, al innovar en los procesos de aprendizaje mediante estrategias pedagógicas que promuevan la formación integral del ser humano, se hace explícito el papel del estilo de vida físico para fomentar los estilos de vida saludables en el entorno educativo.
El «estilo de vida físico», según esta estrategia pedagógica, se entiende como una acción diaria que, en cada individuo, expresa comportamientos que permiten establecer una calidad de vida mediante un desarrollo motor activo, una ingesta adecuada de nutrientes, factores de prevención de la salud y un óptimo descanso nocturno. De esta forma, este estilo de vida engloba cuatro categorías: «práctica corporal», «nutrición», «conducta preventiva» y «calidad de sueño», que permiten que esta estrategia pedagógica presente una comprensión más precisa de este concepto, teniendo en cuenta la población inmersa en un contexto escolar.
Según Villalobos et al. (2024), «las prácticas corporales comprenden un conjunto de actividades motrices que involucran ciertos movimientos y ejercicios específicos realizados con el cuerpo» (p. 75). A partir de este concepto, se desprenden múltiples aspectos, como el desarrollo físico y la coordinación motora. Adicionalmente, estas prácticas involucran el movimiento como aspecto principal en la manifestación corporal de los niños y adolescentes.
De acuerdo con esto, «es posible afirmar que las prácticas corporales motrices, a través de los juegos y deportes, propician el desarrollo Estilo de vida Físico en el contexto educativo psicomotriz de las personas, incluyendo aspectos físicos, cognitivos y emocionales» (Villalobos et al., 2024, p. 77). (Villalobos et al., 2014, p. 77). Por lo tanto, el juego y el deporte permiten una mediación entre estas actividades y los aspectos emocionales y cognitivos, y desarrollan factores biopsicosociales en el individuo.
Villalobos et al. (2024) menciona que «en este orden de ideas, es posible afirmar que estas prácticas corporales propician el desarrollo humano que integra los aspectos físico, cognoscitivo y psicosocial del niño en el contexto de la interacción sociocultural en la que se encuentra inmerso» (p. 76). En este sentido, en el ámbito educativo, la práctica corporal, mediante la incorporación de actividades físicas en el currículo escolar, fomenta la mejora de la condición física de los estudiantes, la capacidad cognitiva y las habilidades sociales.
Siguiendo con estas características, el cuerpo es el medio que desarrolla esta práctica corporal en el contexto educativo. De esta forma, Da Silva et al. (2022) mencionan que «el cuerpo es entendido como un elemento social, formado a partir de las conexiones entre las experiencias individuales y colectivas de un tiempo y un espacio singular, en el que se configuran los diálogos para la construcción de la cultura y, en consecuencia, del mundo humano» (p. 1).
Estos aspectos mencionados anteriormente se ven reflejados en el aula escolar por medio de las interacciones sociales que proporciona el entorno para la construcción de una cultura que permita experiencias individuales en espacios que promuevan la educación.
Por último, en esta estrategia pedagógica, la práctica corporal se entiende como un conjunto de movimientos ejecutados por el cuerpo que favorecen las actividades motrices y propician la interacción cultural y social de los niños y adolescentes. En el marco de esta estrategia pedagógica, este concepto tiene como objetivo desarrollar actividades motrices en esta población, lo que permite el reconocimiento del cuerpo al relacionar las edades y las etapas de desarrollo específicas en las que este se encuentra. Además, se hace explícito el papel de la práctica corporal en el contexto educativo, lo que facilita una integración sociocultural a través de las interacciones en el aula.
El concepto de «nutrición» se relaciona con el cuerpo y el consumo. Rubí (2024) la define como «la nutrición se concibe como una ciencia interdisciplinaria que se centra en el estudio de los alimentos, los nutrientes y otros componentes de los mismos, así como de la salud» (p. 6). (p. 6). A partir de lo anterior, la nutrición es un factor determinante en la manera en que nuestro cuerpo utiliza los alimentos que consumimos, y se centra en las características de la ingesta de alimentos y en cómo los nutrientes son procesados y utilizados por el cuerpo para mantener su funcionamiento óptimo.
Siguiendo esta línea, De Tejada et al. (2013) afirma que la nutrición puede considerarse un estado de bienestar subjetivo e integral que se logra mediante un aporte suficiente de nutrientes biológicos, afectivos, sociales, económicos y culturales, que son expresiones de los procesos socioeconómicos, socioafectivos y culturales del entorno en el que se habita. Teniendo en cuenta esto, se hace explícito el papel de la nutrición en etapas tempranas, ya que se relaciona con el crecimiento y el desarrollo de los individuos, con el fin de conservar y mantener las funciones vitales del organismo.
En el ámbito educativo, la nutrición se relaciona con el rendimiento académico y el desarrollo integral de los estudiantes. Según Rubí (2024) «en cuanto al desempeño académico y laboral, se sabe que una buena alimentación puede mejorar el rendimiento cognitivo y la concentración, lo que influye positivamente en el desempeño académico y laboral. Los niños y adultos bien alimentados tienen mejor capacidad de aprendizaje, memoria y capacidad de toma de decisiones» (p. 7).
Por lo anterior, una alimentación adecuada no solo impacta la salud física, sino que también tiene efectos significativos en los procesos escolares. Esto implica que en el ecosistema escolar, se reflexione sobre los hábitos alimenticios de los estudiantes, debido a la relación entre el desempeño académico y la nutrición. Desde aquí, un entorno escolar con miras hacia la nutrición fomentará el potencial académico de los estudiantes.
«Es precisamente en este punto donde cobra relevancia explorar el abordaje de esta temática en el contexto escolar, ya sea desde la implementación de cursos académicos o desde iniciativas extracurriculares» (González, Greca & González, 2020, p. 513). De esta manera, no solo se tiene en cuenta la importancia de potenciar el rendimiento académico de los estudiantes, sino que también se implementan diferentes estrategias desde el ámbito curricular y extracurricular para abordar este concepto de una forma más amplia en los niños y adolescentes.
En el marco de esta estrategia pedagógica y teniendo en cuenta la población a la que va dirigida (niños y adolescentes de 7 a 17 años), encontramos que el concepto «Nutrición» está orientado principalmente a la ingesta de nutrientes para el mantenimiento del organismo. En este sentido, el enfoque de este concepto según esta estrategia pedagógica es promover un estilo de vida saludable, desde la prevención de enfermedades relacionadas con la dieta, teniendo en cuenta la calidad de los alimentos y la ingesta de nutrientes que consumen dentro y fuera del entorno escolar, para el funcionamiento óptimo del cuerpo.
La «conducta preventiva» es un concepto transversal que impregna todas las acciones. Según Corona y Peralta (2011), estas conductas se definen como acciones voluntarias o involuntarias que pueden tener un impacto protector sobre la salud desde el ámbito biopsicosocial. Se centra en un comportamiento humano que conlleva protección ante una situación de peligro. Este concepto hace hincapié en que adoptar comportamientos específicos está relacionado con la prevención de situaciones de riesgo. Desde la revisión de los aspectos biológicos, psicológicos y sociales, se desarrollan e implementan conductas de defensa que repercuten en la salud y el bienestar general.
Adicionalmente, Nahas (2013) sugiere que la nutrición, el estrés, la actividad física, el comportamiento preventivo y las relaciones sociales son elementos que inciden en la salud, al tiempo que están vinculados con las enfermedades crónicas no transmisibles. De esta forma, el autor propone que la conducta preventiva es transversal a varias categorías del estilo de vida físico, todas ellas enfocadas en prevenir diferentes enfermedades y consecuencias en los niños y adolescentes.
En continuidad con lo anterior, un grupo etario como el de los adolescentes cuenta con características particulares que requieren reflexión. Según Morales y Solís (2023) «todos los sectores de la población están involucrados en esta realidad, pero son los adolescentes los más sensibles, ya sea por su necesidad de conocer y experimentar experiencias novedosas o por las consecuencias que los marcarán de por vida, ya que se encuentran en pleno desarrollo» (p. 3).
Por lo anterior, en esta etapa de la vida, los adolescentes que posiblemente serán estudiantes son particularmente vulnerables a la influencia de su entorno y a la curiosidad por experimentar nuevas situaciones. Por lo tanto, espacios e instancias, como la educación, sugieren guiar a los adolescentes en la toma de decisiones informadas que puedan relacionarse con la conducta preventiva que adopten. Por lo tanto, la implementación de programas educativos que fomenten la conducta preventiva no solo protege a los jóvenes de riesgos inmediatos, sino que también contribuye a su bienestar a largo plazo.
Como mencionan Morales y Díaz (2022), la adolescencia, por su naturaleza, conlleva experimentar situaciones de estrés. Este estrés, a su vez, puede estar relacionado con el consumo de sustancias psicoactivas y alteraciones en diversas funciones (Morales & Solis, 2023), así como con comportamientos sedentarios (Santaliestra-Pasías, Rey-López, & Moreno, 2013) y tiempo frente a pantallas, lo cual se asocia con la salud física (Sanders, Parker, & Del Pozo-Cruz, 2019). En este sentido, el autocuidado, relacionado con la salud (Dos Santos et al., 2023), reduce los efectos del estrés.
En este sentido, la educación de los adolescentes puede representar un contexto de promoción del autocuidado y la conciencia sobre los riesgos asociados con el estrés, y puede sugerir estrategias y conductas preventivas en respuesta a las múltiples exigencias de los entornos y contextos en los que se ven inmersos.
En relación con esta estrategia pedagógica, la «conducta preventiva» se basa en las acciones voluntarias e involuntarias que buscan prevenir situaciones de riesgo que puedan atentar contra la salud de los niños y adolescentes (de 7 a 17 años). De esta forma, este concepto se relaciona con el ámbito biopsicosocial, que influye en el desarrollo y bienestar de un individuo dentro de un contexto educativo. En esta estrategia pedagógica se tienen en cuenta algunos factores de riesgo como, por ejemplo, el tiempo en pantallas, el consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas, que se presentan en mayor cantidad a medida que aumenta la edad de los individuos y, en consecuencia, afectan a la salud.
La «calidad del sueño» está asociada al comportamiento de las horas de sueño de los individuos. Según Masalán, Sequeida y Ortiz (2013): «La calidad del sueño no solo implica conciliar y mantener un determinado número de horas de sueño durante la noche, sino que también facilita la manifestación de comportamientos diurnos satisfactorios y de buen rendimiento en todas las actividades que se realizan. Esto supone la producción de actividades neurovegetativas imprescindibles para la reparación y el mantenimiento del organismo (p. 555).
Así, la «calidad del sueño» es un concepto multidimensional que no solo se relaciona con la cantidad, sino también con su impacto en el bienestar general y en los procesos fisiológicos del cuerpo. Por tanto, la calidad del sueño se debe a la relación entre aspectos como el tiempo propuesto, la estructura y la continuidad del ámbito del sueño completo, acompañado de procesos como la reparación y el mantenimiento.
Algunas características de la «calidad del sueño» incluyen la cantidad de horas totales, el tiempo desde que se apaga la luz hasta la primera fase del sueño, los momentos de interrupción, el tiempo total de alternancia y la eficiencia del sueño (Krystal & Edinger, 2008). Estas características permiten identificar que la calidad del sueño no es un concepto sencillo, ya que implica numerosos factores internos y externos que dependen del entorno en el que se encuentre el individuo, con el fin de promover un buen descanso nocturno.
La «calidad del sueño», por otro lado, también es un aspecto relacionado con el rendimiento escolar. Según Krystal & Edinger (2008), las repercusiones del sueño en la vida cotidiana de un estudiante están vinculadas a su desarrollo psicológico y cognitivo. En el entorno educativo, un sueño de buena calidad se relaciona con el rendimiento académico, por ejemplo, en aspectos como la atención y la retención de información. Por lo anterior, se sugiere una relación entre hábitos de sueño saludables y desarrollo óptimo en los estudiantes.
En esta línea de sueño y contexto educativo, Masalán, Sequeida y Ortiz (2013) señalan que «la falta de sueño nocturno tiene otras consecuencias negativas a largo plazo, ya que puede incidir en la generación de alteraciones en la memoria y la manifestación de dificultades en el razonamiento lógico» (p. 556). Por lo tanto, la falta de sueño no solo afecta al rendimiento inmediato de los estudiantes, sino que también tiene repercusiones a largo plazo que pueden comprometer su desarrollo académico.
En el marco de esta estrategia pedagógica, la «calidad del sueño» en niños y adolescentes (de 7 a 17 años) se relaciona con la cantidad de horas dedicadas al sueño nocturno, que permiten la productividad en los comportamientos diurnos y en las actividades que realizan. Además, se destaca la importancia de mantener el organismo en buen estado mediante actividades neurovegetativas. Este concepto está estrechamente relacionado con el contexto escolar en el que se encuentra inmersa esta población, al promover diferentes hábitos y comportamientos que permitan impactar en el ámbito educativo.
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