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stilos de vida referidos a lo físico: son acciones cotidianas que reflejan las actitudes y los valores de las personas y están directamente relacionadas con el desarrollo corporal hacia la calidad de vida (De Souza Martins & Figueroa Ángel, 2020). También se refiere a conductas individuales y colectivas que favorecen el desarrollo de una mejor calidad de vida a través de creencias, conocimientos y hábitos para mantener la salud y el bienestar físico (Zambrano & Rivera, 2020).
Estilos de vida referidos a lo psicológico: desde el punto de vista psicológico, los estilos de vida se conciben como un conjunto de conductas consistentes en el tiempo que determinan el proceso de salud-enfermedad en combinación con la vulnerabilidad biológica, la edad, el sexo, la reactividad psicofisiológica y las redes de apoyo (Gómez-Acosta, 2018). Asimismo, se trata de una estructuración en las diferentes áreas de la vida cotidiana según la conformación e integración de los sistemas de actividades, comunicación, hábitos y enfrentamiento a los problemas (Valladares, 2016).
Actividad física: cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. La actividad física hace referencia a todo movimiento, incluso durante el tiempo de ocio, para despla
zarse a determinados lugares y desde ellos, o como parte del trabajo de una persona. La actividad física, tanto moderada como intensa, mejora la salud (OMS, 2020).
Conducta preventiva: son acciones voluntarias o involuntarias que pueden tener consecuencias protectoras para la salud desde lo biopsicosocial. Está centrada en el comportamiento humano, que se caracteriza por la prevención ante una situación de riesgo (Corona & Peralta, 2011).
Nutrición: se refiere a la ingesta de alimentos necesarios para mantener el buen funcionamiento del organismo, conservar o restablecer la salud y minimizar el riesgo de enfermedades. A su vez, una carencia, exceso o desequilibrio de la ingesta de alimentos está relacionado con el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles (OMS, 2018).
Calidad del sueño: La calidad del sueño se refiere a la capacidad de dormir bien durante la noche y tener un buen funcionamiento durante el día (Domínguez et al., 2007) y no solo es importante como factor determinante de la salud, sino como elemento propiciador de una buena calidad de vida (Sierra, 2006).
Control del estrés: el estrés es un proceso relacional entre el individuo y su entorno, en el que se tienen en cuenta las características particulares del individuo y la naturaleza y demandas del entorno (Lazarus, 2000). Se presenta cuando la persona identifica una situación o un acontecimiento como amenazante, cuya magnitud excede sus propios recursos de afrontamiento, lo cual pone en peligro su bienestar (Naranjo, 2009). Para controlarlo, se recomienda hacer respiraciones rítmicas, tener autocontrol y control mental, realizar actividad física y buscar espacios de relajación.
Percepción del tiempo: la percepción es un proceso que permite comprender y dar sentido a la realidad, en forma de estímulos situados en el tiempo. Por otra parte, el tiempo es una dimensión que influye en las percepciones y permite organizar las acciones de los sujetos. El tiempo puede verse como un constructo, así como también puede concebirse como lineal e irreversible o como cíclico en constante retorno (Boscolo & Bertrando, 1996; Whitrow, 2018; Ardila et al., 2019; Grondin, 2020). En este sentido, la percepción del tiempo permite a la persona ubicarse en un espacio y en un momento específicos, en donde la memoria y las experiencias previas permiten medirlo. Por ello, depende de lo que se esté haciendo y de las influencias externas que se tengan para hacer juicios sobre él.
Las relaciones sociales: la socialización es el proceso mediante el cual una persona incorpora creencias, valores, costumbres, actitudes y patrones de comportamiento que son propios de sus grupos de referencia, y que se traducen en estilos de vida, que se ven afectados por factores históricos, culturales, sociales y psicológicos que condicionan la vida cotidiana de las personas (Fonseca et al., 2007). La pertenencia a redes de relaciones sociales es la que determina la reserva potencial de capital social con la que cuenta un individuo (Sandefur & Laumann, 1998).
Salud mental: para el Ministerio de Salud y Protección Social (2014), la salud mental es una construcción social que puede variar de un contexto a otro, dependiendo de los criterios de salud y enfermedad, normalidad y anormalidad establecidos en cada grupo social. Esto influirá directamente en la forma en que las personas pertenecientes a un determinado grupo se sienten sanas o enfermas. De esta forma, la salud mental es un fenómeno vinculado a las condiciones de vida de las personas, a las estructuras sociales y económicas en las que se mueven y a la manera en que los sujetos interactúan en su vida cotidiana (Restrepo & Jaramillo, 2012; Tripathi & Harán, 2020; OECD, 2021). La salud mental es un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento y la interacción, de manera que permite a los individuos y a los colectivos desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para hacer frente a la vida cotidiana, trabajar, establecer relaciones significativas y contribuir a la comunidad (Ley 1616/2013).
stilos de vida referidos a lo físico: son acciones cotidianas que reflejan las actitudes y los valores de las personas y están directamente relacionadas con el desarrollo corporal hacia la calidad de vida (De Souza Martins & Figueroa Ángel, 2020). También se refiere a conductas individuales y colectivas que favorecen el desarrollo de una mejor calidad de vida a través de creencias, conocimientos y hábitos para mantener la salud y el bienestar físico (Zambrano & Rivera, 2020).
Estilos de vida referidos a lo psicológico: desde el punto de vista psicológico, los estilos de vida se conciben como un conjunto de conductas consistentes en el tiempo que determinan el proceso de salud-enfermedad en combinación con la vulnerabilidad biológica, la edad, el sexo, la reactividad psicofisiológica y las redes de apoyo (Gómez-Acosta, 2018). Asimismo, se trata de una estructuración en las diferentes áreas de la vida cotidiana según la conformación e integración de los sistemas de actividades, comunicación, hábitos y enfrentamiento a los problemas (Valladares, 2016).
Actividad física: cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. La actividad física hace referencia a todo movimiento, incluso durante el tiempo de ocio, para despla
zarse a determinados lugares y desde ellos, o como parte del trabajo de una persona. La actividad física, tanto moderada como intensa, mejora la salud (OMS, 2020).
Conducta preventiva: son acciones voluntarias o involuntarias que pueden tener consecuencias protectoras para la salud desde lo biopsicosocial. Está centrada en el comportamiento humano, que se caracteriza por la prevención ante una situación de riesgo (Corona & Peralta, 2011).
Nutrición: se refiere a la ingesta de alimentos necesarios para mantener el buen funcionamiento del organismo, conservar o restablecer la salud y minimizar el riesgo de enfermedades. A su vez, una carencia, exceso o desequilibrio de la ingesta de alimentos está relacionado con el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles (OMS, 2018).
Calidad del sueño: La calidad del sueño se refiere a la capacidad de dormir bien durante la noche y tener un buen funcionamiento durante el día (Domínguez et al., 2007) y no solo es importante como factor determinante de la salud, sino como elemento propiciador de una buena calidad de vida (Sierra, 2006).
Control del estrés: el estrés es un proceso relacional entre el individuo y su entorno, en el que se tienen en cuenta las características particulares del individuo y la naturaleza y demandas del entorno (Lazarus, 2000). Se presenta cuando la persona identifica una situación o un acontecimiento como amenazante, cuya magnitud excede sus propios recursos de afrontamiento, lo cual pone en peligro su bienestar (Naranjo, 2009). Para controlarlo, se recomienda hacer respiraciones rítmicas, tener autocontrol y control mental, realizar actividad física y buscar espacios de relajación.
Percepción del tiempo: la percepción es un proceso que permite comprender y dar sentido a la realidad, en forma de estímulos situados en el tiempo. Por otra parte, el tiempo es una dimensión que influye en las percepciones y permite organizar las acciones de los sujetos. El tiempo puede verse como un constructo, así como también puede concebirse como lineal e irreversible o como cíclico en constante retorno (Boscolo & Bertrando, 1996; Whitrow, 2018; Ardila et al., 2019; Grondin, 2020). En este sentido, la percepción del tiempo permite a la persona ubicarse en un espacio y en un momento específicos, en donde la memoria y las experiencias previas permiten medirlo. Por ello, depende de lo que se esté haciendo y de las influencias externas que se tengan para hacer juicios sobre él.
Las relaciones sociales: la socialización es el proceso mediante el cual una persona incorpora creencias, valores, costumbres, actitudes y patrones de comportamiento que son propios de sus grupos de referencia, y que se traducen en estilos de vida, que se ven afectados por factores históricos, culturales, sociales y psicológicos que condicionan la vida cotidiana de las personas (Fonseca et al., 2007). La pertenencia a redes de relaciones sociales es la que determina la reserva potencial de capital social con la que cuenta un individuo (Sandefur & Laumann, 1998).
Salud mental: para el Ministerio de Salud y Protección Social (2014), la salud mental es una construcción social que puede variar de un contexto a otro, dependiendo de los criterios de salud y enfermedad, normalidad y anormalidad establecidos en cada grupo social. Esto influirá directamente en la forma en que las personas pertenecientes a un determinado grupo se sienten sanas o enfermas. De esta forma, la salud mental es un fenómeno vinculado a las condiciones de vida de las personas, a las estructuras sociales y económicas en las que se mueven y a la manera en que los sujetos interactúan en su vida cotidiana (Restrepo & Jaramillo, 2012; Tripathi & Harán, 2020; OECD, 2021). La salud mental es un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento y la interacción, de manera que permite a los individuos y a los colectivos desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para hacer frente a la vida cotidiana, trabajar, establecer relaciones significativas y contribuir a la comunidad (Ley 1616/2013).